La lluvia de aquella tarde estaba terminando y el
crepúsculo comenzaba a acentuares. Hace unos momentos me encontraba en una
esquina esperando a que el semáforo se pusiera en rojo para poder cruzar la
calle. Tenía los auriculares puestos por lo que me encontraba completamente
desconectada del mundo, distraída por completo, mientras no dejaba de pensar en
todo lo que tenía por hacer el día de hoy… y durante toda la semana.
Vi
que finalmente el semáforo había cambiado de color así que tranquilamente baje
de la vereda y cruce sin siquiera mirar a los costados…
Lo
más seguro es que si no hubiera tenido puestos los auriculares, o solo si me
hubiera molestado en prestar un poco de atención, me habría dado cuenta de que
se acercaba un auto a toda velocidad. Por fortuna logre esquivarlo pero mi
apresurada maniobra me hizo perder el equilibrio y caí inevitablemente hacia atrás
sobre un charco de agua estancada en el borde de la vereda. Mis jeans quedaron
empapados y malolientes por el olor del agua podrida y mis manos húmedas y
pegajosas, sin contar que mi cabeza choco contra el borde y que ahora tenía un
dolor punzante.
Dos
personas que jamás había visto aparecieron detrás de mí y me ayudaron a
levantarme.
-¿Te
encuentras bien? –decía uno de ellos.
Una
vez de pie les agradecí por su ayuda, me di la vuelta y me fui e inmediatamente
me saque mi mochila, que también estaba mojada, y comencé a revisar si las
cosas en su interior no se habían arruinado por el agua. Creí que había dejado
a esas dos personas atrás, yo estaba aun un poco aturdida por todo lo que había
sucedido así que apenas reaccione cuando uno de ellos me toco el hombro para
que me volteara y me decía: Espera linda, deja que te ayude…
En
cuanto dijo esto el tipo que estaba a su lado tomo mi mochila y me la arrebato
de mis manos resbaladizas mientras el otro me empujo hacia atrás y a
continuación salieron corriendo como ratas. Les grite y comencé a perseguirles,
pero era demasiado tarde… Antes de que pudiera hacer nada ya habían saltado una
medianera y los perdí completamente de vista. Mire a mí alrededor para ver si
alguien se encontraba por allí pero no había nadie más que yo.
Sentí
como las lágrimas comenzaban a juntarse de la pura rabia que sentía, en esa
mochila estaba mi celular, mi billetera, un disco que acaba de comprar y otras
cosas importantes para mí. Lo único que no lograron sacarme fueron los
auriculares que llevaba puestos, los cuales estaban enchufados al celular y el forcejeo
los lograron arrancar.
Mi
casa estaba muy lejos de allí, lo primero que pensé fue que tenía que notificar
el robo lo más rápido posible, aunque sea llamar a la compañía del celular para
que anule la línea, así que empecé a buscar una cabina telefónica. Las luces
nocturnas encenderían en cualquier momento, y justo cuando creía que no iba a
encontrar ninguna cerca de allí, milagrosamente pude ver una que se escondía
bajo la sombra de un enorme árbol que se encontraba cerca de un parque casi
vacio. Tome la bocina, pero luego recordé que no tenía monedas para llamar…
todas se las habían llevado junto con mis cosas.
¡Era
el colmo! Maldecía mi mala suerte, y encima recordé que se me estaba haciendo
tarde para cumplir esos deberes que tenía que hacer. Estaba que me salía humo
por las orejas, y trate de acumular toda mi frustración en una sola patada que
le di a la cabina telefónica, blasfemando en voz alta. Sin nada más que hacer
me senté en el suelo, aun con los jeans empapados y escondí mi cara entre las
rodillas, cuando escuche una voz muy familiar en el aire.
-¡Oye! –dijo. ¿Acaso me
hablaba a mí? –Si, tu. ¿Hey hermana, cual es el problema?
Mire
alrededor en vano, porque sabía que la voz no provenía de alguien a mi lado,
sino de alguien que me hablaba desde arriba. Lévate la cabeza pero no logre ver
nada, todo se había puesto muy oscuro. Entonces las luces de la calle y del
parque se encendieron y yo pude finalmente distinguir a la figura que se
encontraba sentada sobre la cabina telefónica.
Sentí
una sensación extraña en mi pecho, como si mi corazón estuviera a punto de
romperme las costillas y atravesar mi piel, como si de pronto la realidad a mi alrededor
se distorsionara y se volviera mucho mas densa, como si mi conciencia y mis
sentidos me estuvieran jugando una mala pasada… Allí arriba se encontraba una
mujer, de piel blanca y reluciente con la luz del faro a su lado, el cabello
negro y suelto a la merced de la refrescante brisa. Incluso a esa distancia
logre distinguir un claro color en los ojos, me que observaban con detenida atención,
anhelantes y comprensibles. Yo ya conocía todos esos rasgos, y sabía
perfectamente a quien pertenecían pero en ese momento simplemente no podía creérmelo.
-Tu
poderosa patada casi hace que me venga hacia abajo… -Aquella visión había movido
sus labios, pero no, esto no podía ser realmente una fantasía, ¿o si podía? -¿Te
encuentras bien?
-Yo…
S-si, estoy bien. Amm… ¿Tú eres…? Ah, ¿tu realmente eres Amy Lee?
Amy
sonrió amistosa y asintió con la cabeza.
¡Era
cierto! No no podía ser solo un sueño… Realmente estaba frente a la mismísima Amy
Lee, mi artista favorita, mi icono de todos los tiempos, la única he inigualable
Diosa de la Luz Imaginaria. Gritaba y me retorcía de la felicidad internamente,
pero hacia lo posible por mantener la compostura… Pero solo lo posible. Comencé
a balbucear y mi cara mágicamente se transforme de una mueca amarga a una
sonrisa sin precedentes.
-¡Esto
es increíble! –Dije con un tono algo chillón impropio de mí –Es genial, no
puedo creerlo… Amy, ¿Qué haces allá arriba?
-Pues…
Es una larga historia, no quisiera aburrirte.
-Ah…
No. Me refiero a que haces aquí, en esta ciudad… Lo ultimo que supe de ti es
que estabas haciendo una gira en Estados Unidos.
-Ah,
eso… A decir verdad esa también es una larga, laaaarga historia. Tal vez
debería bajarme.
Vi
que se había parado sobre la cabina, así pude ver mejor el precioso vestido que
estaba usando, era de color blanco que le llegaba un poco mas debajo de las
rodillas, usaba una faja de diseño original de color negro y llevaba vendas alrededor
de las manos, pero no llegaba a ver que estaba usando en loes pies… Me asuste
cuando me di cuenta de que estaba a punto de saltar.
-¡Espera,
no lo hagas! –Le grite levantando las manos como si intentara sujetarla para
que no se callera.
-¿Qué?
–Me pregunto confundida-. ¿No quieres que baje?
-No,
no es eso… Es que eso esta realmente alto y no veo ninguna escalera ni nada por
donde subir… ¿Cómo fue que subiste?
-Te
lo explicare en cuanto baje, espérame un segundo.
Sentí que el alma se me iba del cuerpo del susto
cuando vi como Amy saltaba hacia una de las ramas del árbol mas cercano y se
sujetaba con amabas manos de esta, dio una vuelta mortal hacia atrás cayendo en
otra rama que se encontraba mas abajo y descendió hasta el suelo con un par de agraciadas
piruetas.
Con
una sola mano recorrió todo su cabello dejándolo caer hacia atrás y una vez más
ya se encontraba impecable. Por fin logre ver sus pies, y no llevaba puesto
ninguna de sus típicas botas o alguna clase de sandalia, sino que estaba
descalza, vendada de la misma manera en que se encontraban sus manos. Con
tranquilidad se acerco hacia mí y yo no podía resistir la emoción, de pronto
sentí la necesidad de dejar salir esas lágrimas que hace poco había sofocado.
-Bueno,
para subir realmente es bastante sencillo, solo tienes que sujetarte primero de
la rama que esta mas abajo del árbol y desde allí trepar y trepar hasta llegar
a un punto lo suficientemente alto donde puedas saltar y caer sobre la cabina
sin problemas… así de fácil ^^ -Tenía una sonrisa radiante y su risa era completamente
sincera, además era tan agradable escucharla hablar como escucharla cantar-.
Bueno… Con eso claro… Un gusto conocerte, soy Amy Hartzler, pero puedes
llamarme simplemente Amy.
-Tú
puedes llamarme Lucy. Es un honor conocerte Amy… No puedo creer que todo esto
este pasando, estoy tan emocionada…
No
quería llorar frente a ella, me iba a sentir muy patética, pero no podía
soportarlo, todo era tan maravilloso que no pude contenerme. Las lágrimas de
felicidad me recorrían el rostro y un pequeño sollozo a menudo se me escapa de
entre los labios. Amy al instante se acerco a una mas hacia mí mientras extendía
los brazos, y pronto me tuvo cautiva en
el más cálida y hermoso abrazo que me hayan dado en toda la vida. Mi piel se
sentía helada ante el calor de la suya, tenía una fragancia exquisita, casi exótica,
que deje que me envolviera grabándola en lo mas profundo de mis dulces
recuerdos… y cuando sentí su embriagador aroma, de inmediato recordé que yo
estaba hasta la cintura bañada en agua podrida, y que por tanto mi olor habrá de
haber sido de lo mas desagradable.
Me
sonroje al instante, y como si me estuvieran arrancando un pedazo de piel, me
separe lentamente de ella.
-Ay
Amy, me apena muchísimo esto… Mi aspecto es terrible y además… esta esto q-que…
-No podía terminar la frase de una forma coherente.
-¿Ah?...
¡Oh! Ya veo. Tus jeans están todos húmedos y tus zapatillas también. ¿Qué fue
lo que paso?
Entonces
comencé a contarle todo lo que había sucedido, el robo, el incidente con el
charco y que por culpa de ello había perdido una entrevista de trabajo. Amy
escucho atentamente cada palabra.
-Oh,
Dios, es terrible… Un asco de día, ¿no?
-La
verdad que si…
-Si…
Pero bueno, este tipo de cosas le podría haber pasado a cualquiera.
-Es
cierto, tienes razón.
-Lo
material se recupera, al menos no te hicieron nada malo, es lo importante. Los jeans
se van a secar, y además te veo como una buena chica a si que si mañana no
logras que te den ese empleo pues ellos se lo pierden.
Puse
mi cabeza sobre su hombro y ella me beso en la frente. Ahora realmente sentía
que todo era perfecto, fue como si nada de lo anterior hubiera ocurrido y todo
fuera solamente aquel momento.
-Si
nada de eso hubiera pasado, yo nunca te habría encontrado. –Le dije casi un
susurro, porque la verdad es que me daba un poco de vergüenza, pero ella lo
escucho de todos modos y me dedico una sonrisa de agradecimiento. -¿Sabes que
es lo que mas pena me da? Que había comprado el disco que hace tanto quería y
que ahora lo tienen esos hijos de re mil…
-¿Qué
disco?
-Adivina…
-Acaso…
¿Hablas de “Evanescence”?
-Jajaja,
si ^///^
-Mujer… ¡Habérmelo dicho antes!
Una
vez dicho esto, Amy puso sus manos detrás de su espalda y en un abrir y cerrar
de ojos había hecho aparecer una copia del nuevo disco de Evanescence de la
nada.
De
repente sentí que la mandíbula me pesaba una tonelada y mis ojos se abrieron
como platos en cuanto Amy dijo: Esta es la versión Delux. Toma, es un regalo
especialmente de mí para ti J
-¿Hablas
enserio? ¡Muchísimas gracias!
Justo
cuando estaba por tomarlo ella me lo alejo de las manos.
-Oh,
espera… En que estoy pensando, no puedo darte esto… No sin antes firmarlo. Pásame
el marcador plateado que tienes en la mano por favor.
¿Qué
marcador plateado? Mire hacia mi mano y en efecto estaba sujetando el dichoso
marcador. Esto se había vuelto repentinamente extraño ¿Desde cuando Amy tienen
poderes mágicos? Se lo pase aun confundida por todo esto, mientras ella anotaba
una pequeña dedicatoria en la tapa del disco y firmaba con su clásica firma,
esa que siempre he soñado tener.
Una
vez mas extendió las manos para que yo pudiera sujetar el disco, pero una vez
mas las alejo y le dejo nuevamente fuera de mi alcance. Dijo:
-Un
momento… Aun no puedo dártelo. No sin antes dedicarte una canción.
De
pronto al darme la vuelta me di cuenta de que un enorme piano de cola de color
negro se había materializado frente a mis ojos en una explosión de humo. Cada
vez tenía menos sentido…
Amy
dio un salto hacia arriba y como si estuviera volando con el poder del polvo de
hadas, pasó sobre mí y se sentó frente al colosal instrumento.
-Ven
aquí Lucy, siéntate a mi lado.
No
podía ni pensar el negarme a tal petición así que sin chistar fui hasta donde
estaba y me senté junto a ella. Ese piano parecí haber salido de la más hermosa
fantasía, como si hubiera sido fabricado por un grupo de dioses musicales. Amy
comenzó a tocar la introducción de “Lost In Paradice” y yo por un momento pensé
que iba a volver a llorar. Cuando empezó a cantar su voz resonó en cada rincón de
las calles, tan dulce como miel, tan poderosa como una tormenta, así debería sentirse
escuchar cantar a los ángeles en persona.
Mientras
la canción avanzaba, pude distinguir como de entre los edificios aparecía
gradualmente una suave neblina que rosaba nuestros pies, volviendo casi
invisible el suelo, como si estuviéramos sobre las nubes. Un escalofrió de emoción
me recorrió el cuerpo cuando note que grupos tras grupos de mariposas de un
color celeste cielo, brillantes como las estrellas, revoloteaban a nuestro alrededor.
Y en cuento la canción llego a su punto máximo de emoción, pude escuchar el
resto de los instrumentos… Guitarras, violoncelos, batería, bajo, violines,
todos juntos se levantaron desde bajo la neblina en una enorme orquesta frente
a nosotras.
Todo
era tan hermoso, tan sublime e irreal… que pronto creí caer en cuentas.
-Amy…
Oye, Amy. –La llame con timidez, interrumpiéndola en el estribillo de la canción.
-No
lo pienses, solo gózalo. –Me dijo en un gentil susurro.
Y
eso fue lo que hice, disfrute cada nota, cada estrofa y cada imagen como si fuera
la última, como si ese fuera el fin de los tiempos y esto sería lo último o lo más
cercano al paraíso que alguna vez llegaría a ver la humanidad.
Cuando
sonó el último arpegio en el piano y la voz de Amy acabo casi en un suspiro,
las mariposas a nuestro alrededor desaparecieron como en una explosión
luminosa, rociándonos con un brillo sin igual, y de pronto, todo volvió a ser
normal… Las calles vacías y secas, la banda había desaparecido al igual que ese
piano sobrenatural y Amy se encontraba sentada una vez más sobre la cabina telefónica,
igual que como la había encontrado.
Aquella
dama me sonreía, en su rostro se formaron esos encantadores hoyuelos que
siempre se le forman cuando sonríe, y sus ojos adoptaron ese brillo tan
encantador.
-Todo
esto es solo un sueño, ¿no es así?
Amy
suspiro y luego asintió.
-Y…
¿Cuándo despertare?
-Cuando
tú lo desees.
¿Cuándo yo lo deseara?
¡Esto es tan bello que no quisiera despertar nunca! Pero, ¿realmente valdría la
pena vivir eternamente en un mundo de fantasías? Esta no era mi vida en
realidad, ni mi ciudad, sino que solamente era un invento de mi imaginación.
Ahora todas esas cosas sin explicación cobraron sentido, porque nada era
verdad… Y ella tampoco es la verdadera Amy Lee.
Tal vez mi realidad no será un cuento de hadas, pero es
lo único que tengo, y prefiero vivir a vivir en una farsa.
Cuando desperté, esta vez en el mundo real, lo primero
que vi fue la cara de una enfermera, con un rostro rechoncho y arrugas en el
entrecejo, al verme despertar largo un molesto alarido y salió corriendo de la
habitación gritando el nombre de alguno de los doctores. Me encontraba rodeada
por ruidos de hospitales, por maquinas conectadas a mi cuerpo y el
inconfundible aroma a desinfección, aun no me acostumbrara a la luz que entraba
por la ventana pero eso fue mejorando poco a poco. Comencé a sentarme sobre la
cama con cuidado, porque sentía un dolor bastante agudo en el pecho, y así
logre ver que en mi habitación se encontraban algunas de mis pertenencias, como
mi ropa y mi mochila.
A continuación un medico entro en la habitación.
-Hola jovencita. Soy el Dr. Barrera, ¿Cuál es tu nombre?
-Ss… Soy Lucy.
-Bien. Recuerdas tu nombre ese es un buen síntoma. No te
asustes, todo estará bien ahora.
-¿Q-que fue lo que paso?
-Bueno veras, tuviste un accidente. Cruzaste la calle sin
mirar antes y un automóvil te atropello. Tuviste un pequeño traumatismo, una
que otra hemorragia interna y te rompiste una costilla, te quedaste
inconsciente en la calle. Por suerte, dos jóvenes que andaban cerca vieron todo
lo que paso y llamaron a una ambulancia, lo malo es que no pudieron identificar
la patente del vehículo… Lo cierto es que eres una chica muy afortunada. Tu
cuadro medico no resulto ser tan grave, te estas recuperando rápidamente, en un
días incluso podrías regresar a tu casa.
-Eso es… genial. Ahora que le dice, ya recuerdo como
fueron las cosas.
-Bien… Oh, por cierto, unos familiares tuyos vieron a
visitarte todo el tiempo en que tu estuviste aquí. Ayer se quedaron todo el día
y pasaron la noche, se acaban de ir esta mañana. Insistieron en poner música,
dijeron que asi te sentirías mejor.
-¿Música?
-Si. Ese grabador que esta a tu lado lo trajeron ellos.
Ahora necesito que te relajes. –Una vez dicho esto el doctor inyecto algo en mi
suero- Este medicamento aliviara el dolor que debes estar sintiendo, sentirás
un poco de sueño pero no te preocupes que es algo muy normal. Debo irme por un
momento, pero no te preocupes una enfermera vendrá en unos momentos.
-¿Podría antes por favor pasarme mi mochila?
El doctor me alcanzo amablemente mis cosas y luego se
retiro. Cuando voltee a ver el grabador comprobé lo que sospechaba. A su lado
se encontraban Origin, Fallen y The Open Door, mis discos predilectos. El hecho
de haber estado escuchando todo este tiempo Evanescence, podría ser la
respuesta a aquel maravilloso sueño.
Busque entre mi mochila mi cuaderno y una lapicera y
comencé a escribir todo lo que aun podía recordar de aquel sueño. No quería que
algo como eso se me terminara por olvidar, sin dejar un solo detalle por
relatar. Tal vez algún día alguien llegue a leerlo, pero es una posibilidad que
en realidad no me interesa pensar.
Pasaba el tiempo y cada vez empecé a sentir aun más los
efectos del calmante. Como ya había terminado de escribir mi historia no me
importaba dejarme caer sobre la camilla en un profundo sueño… Tome el cuaderno
y la lapicera y las guarde dentro de la mochila… Cuando metí la mano sentí la
bolsa del negocio de música, la que guardaba mi nuevo disco de Evanescence. Pensé
que lo había perdido, así que quería verlo, aunque sea un momento, así poder
dormir con una sonrisa en el rostro.
Saque la bolsa que se encontraba tan cerrada como me la
habían dado, podía sentir dentro de ella la cajita del disco, intacta y a
salvo. Saque el disco con mucha anhelación… Y descubrí algo que me dejo atónita.
El disco no estaba envuelto en el plastiquito con el que suele estar envuelto,
es más, el mismo se encontraba rasgado dentro de la bolsa, y en la tapa del
disco estaba escrito con marcador permanente color plateado: Para mi querida
Lucy, con amor Amy ♥
Acaso… Podía… ¿podía ser
verdad? Esto no era un sueño.
Los parpados cada vez me pesaban más, y cada vez se mas
hacía mas difícil resistir a los analgésicos. Lo último que recuerdo es la enfermera
entrando en la habitación, dedicándome una sonrisa y como en cada mejilla se le
marcaba un pequeño y encantador hoyuelo.
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