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miércoles, 18 de enero de 2012

La Daga de Miel - Segunda Parte


Bueno bueno.. Finalmente dejo la Segunda Parte de esta historia :) La escribí hace mucho tiempo, cada vez que la leo le encuentro algo que me gustaria modificar, pero eso ya ni siquiera tiene importancia.. Me gusta tal cual es y me alegra por fin dejarla salir de mis archivos de computadora ^^ Enjoy! xP 

Para ver la Primera Parte dar clik al siguiente link:

[...]

Llego el momento en que me revelaran aquella sorpresa que me habían prometido. Subimos al auto de Roxana y nos encaminamos hasta las afueras de la cuidad. Pasando la vía de trenes, después de 1 kilometro Roxana se bajo del asiento del conductor y le cedió el lugar a Ros, ya que solo ella conocía el camino en adelante. Habían pasado ya casi unas dos horas de viaje hasta que por fin llegamos a una pequeña cabaña escondida entre unos árboles justo al pie de un pequeño lago. El refugio se veía tan acogedor como tenebroso; ya me lo podía imaginar cubierto de neblina y un manto de estrellas. Para Ros, esta sería nuestra nueva sede del club que acaba de inventar y que nos incluía a nosotras como miembros.         
                Lo llamaba “El club de las hechiceras” y fue gracioso al principio. Hacíamos bromas acerca del mundo moderno, nos burlábamos de los burócratas y las autoridades, leíamos libros de nuestro interés y bebíamos alcohol, mucho alcohol. Había ocasiones en las que controlaba mi bebida pero otras que no, casi no me importaba porque realmente pensé que no íbamos a hacer nada malo.
                Ros tenía un increíble poder que yo ya conocía desde hace mucho que era el de la persuasión. Si, ella estaba obsesionada con el tema de la oscuridad, lo satánico y lo prohibido, y logro pasarnos ese interés a las tres. Llegamos a un punto en que solo queríamos tentar a la suerte, desafiar a la sociedad realizando lo que para ellos estaba mal, como la brujería o los preferidos entre nosotras, rituales prohibidos. Antes de que me diera cuenta yo ya era parte de un grupo que pertenecía a un lugar fuera de este mundo, donde las ideologías no significan nada y los más fuertes son lo que sobreviven. Durante meses nos estuvimos preparando para comenzar nuestra prueba final, el ritual preferido por nuestro modelo a seguir, Caster.
                Faltan solo treinta minutos para que sea la media noche, estábamos dirigiéndonos hacia un pequeño depósito por donde cruzaban las vías del tren. Se lo conoce a ese lugar como un sitio abandonado ideal para los vagabundos, e ideal para nuestra próxima hazaña.
Roxana estaba manejando su coche mientras que Ximena la acompañaba en el asiento del copiloto. Yo y Ros nos quedamos en la parte de atrás. Ella buscaba tomar mi mano y yo se la sujete con fuerza, me estrecho hacia ella y me acomode sobre su hombro. Balbuceaba algo, no pude escuchar con claridad debido al ruido que provocaba el auto al pasar por esa calle sin asfalto, aun así las únicas palabras que entendí con claridad fueron las de por favor y suerte, de ahí en mas no me quise concentrar en nada más de lo que dijera, ya lo había hecho por mucho tiempo, solo quería disfrutar del contacto de mi cuerpo con el suyo y llenarme de él, porque en ese momento no sabía cuando volvería a sentirla de la misma manera.
                Nos acercábamos a nuestro destino. Detuvimos el auto justo entre las sombras de unos árboles, haciéndolo prácticamente imperceptible y desde allí localizamos a nuestro objetivo. Un hombre de unos cincuenta y tantos años, barbudo, descalzo y con la ropa hecha harapos, acostado en uno de los portones de los depósitos, relajándose y disfrutando de no tener ni un solo problema en la vida. Ros, quien encabezaba esta misión, lo encontró como a una excelente presa para nuestro ritual. Era uno de los más sencillos de todos los ritos, lo único que había que hacer era matarlo con una daga bañada en miel de abejas africanas y luego siguiendo un cierto patrón beberíamos su sangre, volveríamos a nuestro refugio y nuestro ritual estaría completo. Con esto tendríamos una supuesta vida saludable durante unos cincuenta años en adelante, siempre y cuando lo hagamos correctamente. Ros y Roxana se bajaron del auto para inspeccionar el área, así que yo y Ximena nos quedamos las dos solas.
                -Así que… Ah llegado el momento.
                Dije en voz alta, me estaba acurrucando en mi asiento y llevando mi mano hacia la cruz que colgaba de mí cuello cuando sentí un sollozo que venía desde adelante. Me acerque para comprobarlo y si, a Ximena le empezaron a caer las lagrimas. Lentamente y asegurándome de no hacer ruido me baje del auto y abrí la puerta del copiloto. En cuanto me vio, Ximena se abalanzo sobre mí en lágrimas y yo conteste a su lamento dándole un fuerte abrazo consolador.
                -No quiero hacerlo. –Me decía al oído. –No quiero hacer esto, no puedo.
                Su voz se cortaba, verla y sentirla en este estado me destruía el alma. Ella nunca antes había reaccionado de esta manera, nunca. Lo que quiere decir que esta ocasión es especial.         
                Comencé a buscar palabras de aliento, algo que la ayudara a continuar con el plan sin que se sintiera presionada.
                -Es normal que te pongas nerviosa. –Comencé a decirle. –Todas lo estamos. Pero no hay de qué preocuparse, todas estamos aquí.
                Apenas dije lo que dije no me lo podía creer. ¿Cómo puedo decirle esa clase de cosas en una situación como esta? Es una locura. Todo esto es una locura. No se puede atentar con la vida de alguien solo porque nos lo dijo un libro, ¿Y para qué? ¿Vida eterna? Si la vida fuera eterna entonces todos estaríamos hartos de ella, yo siempre respete eso al igual que respeto las ideas de los demás sin entrometerme en sus existencias. Yo era muy feliz hasta hace algún buen tiempo, pero todo eso cambio cuando empecé a buscar un ideal que resulto ser el incorrecto. Esta no soy yo, acabo de perder mi identidad, solo tengo a Ros, y si solamente soy alguien atreves de los demás, es lo mismo que ser nadie.
                -Quiero irme a casa.
                Dijo Ximena mientras intentaba secarse las lágrimas. Yo también quería irme a casa.
                Levante la cabeza por encima del auto y vi a la distancia a Roxana, intente hacerle señas para que viniera pero era inútil, no me veía. Le di un último y fuerte abrazo a Ximena antes de salir corriendo hacia donde estaba Roxana. No hizo falta explicarle casi nada, en cuanto escucho las palabras Ximena y llorando, salió disparada hacia su dirección. Si a mí me convenció de dejar esta locura, estaba segura de que también lo haría con ella, la conocía lo suficiente para saber que nunca dejaría a su amiga.
                Busque a Ros entre las tinieblas, hasta que pude detectar su perfume en el ambiente el cual seguí y me guio hasta ella. Se sorprendió al verme en ese lugar, y se sorprendió aun más con mi cara de preocupación. Le dije que Ximena y Roxana no lo harían. Su cara de decepción y furia, sumado a esos ojos muertos, eran devastadores. Deje que se tranquilizara y su acto siguiente fue tomarme de las manos, me clavo su mirada carente de alma y se acerco a susurrarme al odio. Eso me debilito por completo, yo estaba a punto de darme la vuelta e irme también, pero después de eso me derretí peor que un helado bajo el sol y me deje caer al merced de sus manos. Me arrastro hasta los portones de los depósitos y nos escondimos justo detrás de una pared. Solo había que caminar unos cuantos pasos más y habríamos llegado al indefenso sujeto. De su bolso saco dos enormes dagas y la cubrimos con la miel, había llegado el momento de atacar.
                Quería terminar con esto de una vez por todas, así que me apresure y tome la delantera, iba casi al trote con la daga fuertemente sujetada en mi mano derecha. Cuando el sujeto se dio cuenta de mi presencia, obviamente se sorprendió pero no parecía asustado, hasta me sonrió. No fue sino hasta que levante la mano en alto que el pánico recorrió todo su rostro. Después de eso ni se movió, movía los brazos y la cabeza de un lado al otro, pero a lo que voy es que no se levanto ni salió corriendo, siendo que el tiempo en que yo me quede dubitativa con la mano en el aire fue el suficiente para que se levantara y empezara a correr como desquiciado. Mi brazo se estaba cansando de quedarse ahí arriba, pero no podía bajarlo, no podía decir nada, solo recuerdo que empecé a retroceder.
                Ros apareció desde detrás de mi espalda, había estado caminando con la daga en alto todo este tiempo. El sujeto pego un alarido de niñita en cuanto la vio, tal vez por que causo mucho mas efecto su postura acecina que la mía.
                Justo cuando paso por mi lado se había volteado a verme, mire una vez más aquellos ojos muertos que tanto me gustaban y me dedico una sonrisa. Con todas sus fuerzas bajo el brazo eh incrusto la daga justo en el hombro izquierdo del sujeto y con un movimiento aun más brusco rasgo toda la piel y la carne formándole una enorme y larga herida que recorría todo el costado del cuello, y repitió exactamente el mismo acto del lado derecho. De un tirón echó al moribundo tipo al suelo boca abajo, le arranco los pocos trozos de ropa que tenía y comenzó a apuñalar varias y seguidas veces. Siguió así un buen rato, hasta que volvió a dar vuelta al cadáver, abrió su estomago y comenzaba a apuñalar sus órganos internos. Cada enorme coagulo de sangre se lo llevaba hasta la boca y lo desparramaba por sus labios, por toda su barbillas, bajando desde el cuello hasta rozar su pecho.
                ¿Yo? Yo solo me quede ahí a observar. Su risa siempre había sido como la de una bruja de cuentos, antes siempre hacía de todo por hacerla reír para poder escucharla una vez más, los sonidos de éxtasis que comenzó a emitir eran ruditos y gemidos que yo ya había escuchado antes en muchas ocasiones. En esta oportunidad ella hizo todo lo mencionado anteriormente, así que mientras veía como seguía jugando a la muerte con el cadáver de un vagabundo nunca se me cruzo por la cabeza detenerla. ¿Cómo podría yo intentar cortar esa risa que me volvía loca de pasión? No podía, no podía hacer nada, no era más que un inútil peón en este juego.
                En cuanto termino su cometido y se volteara a verme algo horrible sucedió. Mis preciosos ojitos muertos habían obtenido un brillo inocentemente aterrador. Se veían tan falsos y llenos de satisfacción que me rompió el corazón. Parte de mi pensó que acaba de perderla.
                Al día siguiente encontraron el cadáver del sujeto, y por consecuencia comenzaron a hacer investigaciones. Quizás nadie hubiera empezado a investigar si no fuera por semejante imagen de violencia, una muerte cruda, salvaje y brutal. Ninguna de las cuatro hablo sobre algo de lo que haya pasado aquella noche, así que nadie testifico contra nadie, pero aun así había demasiada evidencia en el lugar, como las huellas digitales de las manos de Ros que quedaron grabadas en los portones, en suelo y en cadáver. Además había algo que nos jugo en contra y que nos tomo a todas por sorpresa. Roxana tenía muchas deudas sin pagar, y cuando le fueron a sacar el auto la policía lo relaciono con las huellas que encontraron más allá en la escena del crimen. De paso encontraron la cabaña abandonada con todas nuestras cosas allí aun, y muchos libros que decían propiedad de tal persona.
                Nuestro primer crimen y dejamos más pistas de las que podríamos a ver imaginado. Así que lo que paso después fue que nos llevaron ante un juez a las cuatro, después de que nos relacionaron a todas con el crimen.
                Roxana tuvo que pagar una muy alta suma de dinero a la fiscalía por sus años de evasión de impuestos, y tiempo después abandono el país y Ximena no me quieren decir a donde se fue. Está bien, lo entiendo.
                Ximena fue encontrada inocente de todos los cargos, ya que las tres testimoniamos en que ella no tuvo nada que ver con lo sucedido, y como no volvieron a encontrar ninguna otra evidencia para volver a inculparla, la dejaron en libertad y libre de cargos. Saber eso me puso muy feliz por ella.
                Para Ros no fueron tan sencillas las cosas, sus huellas digitales estaban por todos lados y cuando encontraron sus pertenencias en la cabaña ya no hubo ninguna vuelta atrás. Fue condenada a cadena perpetua por el asesinato y además fue encontrada como la única culpable. Así es, la única culpable. En cuanto a mi salí libre porque no había evidencia que atentara contra mí. O por lo menos eso era lo que yo pensaba.
                Cada vez que había un día hábil para ir de visita nunca desaprovechaba la oportunidad. Los primeros días eran como si ella aun no entendiera todo lo que estaba pasando. Después de esas semanas quedaron atrás vinieron aquellas en las que se mostraban completamente irracional e irritable, incluso hubo una ocasión en la que tuvieron que sedarla. A veces odiaba mirarla a los ojos porque ese espantoso brillo aun seguía allí, además de que verla en ese estado me partía el alma que me quedaba después de que la apartaron de mí.
                La semanas pasaban y ella mejoraba con forme pasaba el tiempo, hasta que por fin nos dejaron pasar a la habitación de cónyuge, aunque no lo éramos. Justo cuando estábamos  por salir ella me detuvo y me hablo de algo que había notado mientras estábamos en el estrado. Al parecer yo nunca lo había notado, pero el fiscal en la corte realmente me había echado un ojo, según las palabras de Ros. Lo que ella me estaba diciendo me explicaba porque me resulto tan sencillo zafarme de las acusaciones, pero lo que si me sorprendió es que ella no dijo nada al respecto sino hasta ahora. Tal vez en estos momentos podría estar acompañándola en la cárcel y seriamos unas condenas felices. Me aconsejo que no lo dejara escapar o algo así.
                -Tú siempre me decías que preferías que te engañara con otra mujer que con un hombre. –Le dije apresuradamente tratando de buscar una excusa para no tener que hacer nada.
                -En todo caso tú lo estarías engañándolo conmigo. Si te lo permite, trata de visitarme a menudo, ¿Si?
                Le di un fuerte abrazo, uno que le haría justicia a nuestro último contacto. Nunca más volvimos a entrar a esa habitación.
                 Hace mucho tiempo atrás me case con el mismo fiscal que estaba en mi corte, resulto ser un buen sujeto, amable, leal, gracioso y bien parecido. Tuve dos hijos con él, una niña y luego un niño.
Recuerdo cuando mi hija mayor tenía curiosidad por conocer a esta tal Ros de la que había hablado una vez, y no paso mucho tiempo para llegar al día en que la conoció. Nunca voy a olvidar ese día, no solo porque Ros conociera a la nueva luz de mi vida sino porque ese mismo día me volví a enamorar de ella. Jamás en mi toda mi vida había usado el término “amor”, yo siempre había sido una esclava rendida a sus pies, pero ese día cambiaron las cosas, porque además ese también había sido el mismo día en que Ros había perdido el brillo en los ojos, esa chispa de humanidad falsa había desaparecido por completo, y el vacio volvió a esos ojos muertos, los mismos por los cuales fui capaz de todo y lo seguirá siendo del mismo modo.
                Ximena y yo hemos sido las mejores amigas hasta el día de hoy, por el momento ahora tuvo que realizar un viaje al exterior, según ella por temas familiares, pero estoy segura y podría apostar a que finalmente pudo conseguir hacerle una visita a Roxana, y aunque le dije que le mandara saludos de mi parte ella aun así se hizo la tonta, pero está bien. Yo me quede en casa con mi marido.

                Mónica, la mujer que nos ayuda en la casa, acaba de entrar en mi habitación a dejarme una carta. No hace falta que vea de quien es, reconozco a la perfección el sello de la cárcel de la cuidad. Sabía que esto pasaría; ya pasaron los cincuenta años que el ritual prometía, cincuenta años de buena salud inexorable. A su edad ya no habría forma de que Ros resistiera un momento más sin esa protección divina.
                No te preocupes querida, muy pronto nos veremos, pero no ahora. Aunque no sé si me voy a poder aguantar las ganas de volver a ver tu inexpresiva alma. Dime, ¿Qué tan cálido es el infierno? 

Fin

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